SALIENDO DE USHUAIA
- Pachayaku
- 20 may 2019
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El invierno ingresa de repente. El cielo ceniciento de los días otoñales cambia con las primeras nevadas, el aire gélido entumece músculos y congela hasta el tuétano. Los árboles se ven desnudos, con sus ramas huesudas estiradas hacia el cielo, como queriendo escapar de la tierra que se congela y de aquellos meses polares venideros. Ushuaia se transforma en pocos días en una ciudad sumergida en el blanco de la nieve, y Pachayaku, el superhéroe, se alista para iniciar su camino de regreso a Colombia. Los diez mil quinientos kilómetros de recorrido en Nina Wayra (la bici), le meten presión, la sangre parece hervirle de la emoción. Las sensaciones son buenas.
A las nueve de la mañana del jueves dieciséis de mayo, Pachayaku come una polenta con salsa de tomate y un par de huevos fritos. Se frota sus manos para calentarse y observa la calle Laguna Esmeralda desde la ventana de la casa 19, del barrio Kaiken. Ve filas de carros estacionados a lado y lado de la vía y algunas personas caminar bastante abrigadas, con camperas (chaquetas), gorros y zapatos oscuros de suela muy gruesa. Un pequeño vehículo que va ascendiendo, tiene neumáticos con púas, que le permiten mejorar la tracción en la carretera congelada. Y al fondo, en el Canal de Beagle, una cortina gigantesca de color blanco hueso, se posa encima del agua. Es una nube invernal que no tiene forma, no se parece a nada, es un desparramo que no se moverá en todo el día. Son los síntomas que el invierno caerá con toda su fuerza en cualquier momento.
Pachayaku prepara su salida, irá de compras, le dará un baño a Nina Wayra, comerá con algunos amigos y se despedirá de aquellos con los que tuvo cercanía. Está a veinticuatro horas de emprender camino. Durante la mañana lava ropa, examina las alforjas, inspecciona la bicicleta y revisa su atuendo invernal. Descubre que le falta un buen par de guantes, los que tenía, los perdió en una caminata por las montañas. En la tienda de compras se da cuenta que le quedan menos de mil pesos argentinos, debe ajustarse a la situación, adquirir lo esencial y pedir rebaja. No gasta mucho dinero y sale contento, todo gracias a un estupendo descuento. El clima casi polar no apaga el buen corazón de los fueguinos, quienes son muy hospitalarios, siempre dispuestos a compartir un techo, un plato de sopa caliente y hasta una buena amistad, como la que le brindó Manuel Ángel Ojeda Díaz.
‘Manolo’, el apodo que utiliza la mayoría de las personas que conocen a Manuel, es lo que se escucha cuando se refieren al chileno que vive en Argentina desde hace muchos años. Es un hombre de baja estatura, cabellos revueltos, bigote y barba abundante. Sus manos son grandes y gruesas, como buen constructor. Durante un tiempo fue un viajero errante, hasta que se topó con Ushuaia. Es un bailador prolijo de tango y amante de la cocina. Sus platillos son exquisitos. Su casa fue el refugio de Pachayaku durante casi un mes, allí dormía, comía y estaba siempre la voz del chileno para dar consejo y alientos cuando la fuerza se desvanecía. Manuel es uno de los primeros amigos, de los muchos que se irán forjando en la travesía por Suramérica.

En la tarde, un asado argentino sería el almuerzo. A la casa de don ‘Nachi’ (Nazario Cruz) un mecánico cincuentón y amante del fútbol, fue invitado Pachayaku a almorzar costillas de res, acompañada de varias copas de vino tinto. Hablaron del invierno, de los vientos y la nieve que harían tortuoso el camino. Hubo consejos de carretera, recomendaciones de qué hacer si las condiciones del clima durante el viaje se hacían insoportables. Y deseos, buenos deseos. Sobre las cuatro de la tarde, la temperatura había caído, rozando los dos grados centígrados y la luz solar era tenue. La mayoría de las actividades en aquella parte del mundo se hacen en interiores, es una ciudad resguardada en casas y oficinas la mayor parte del tiempo, especialmente en invierno. De tal manera, que al salir de la casa de don ‘Nachi’, las calles estaban desoladas, unos pocos iban y venían y los autos azuzando el camino con sus neumáticos ponzoñosos.

En los mares del fin del mundo, habita un crustáceo de gran tamaño, la centolla o centollo (maja squinado). Es una suerte de cangrejo de aspecto alienígena, gigantesco y monstruoso, por no decir menos. Con sus patas extendidas, puede llegar a medir sesenta centímetros y pesar hasta seis kilos. En Europa y varias partes del mundo es un manjar, se pagan grandes sumas de dinero por un buen espécimen y en Argentina, especialmente en la Tierra del Fuego, sus mares están repletos de estos animales. Pachayaku tenía una cita con este plato, y claro, debía ser antes de partir. La centolla se la sirvieron a la mesa ocupando todo un plato, estaba cocinada y el vino blanco acompañaba el festín. La carne blanca y suave de las patas del animal, tiene buen sabor, similar al del pescado. En total son diez patas y todas se pueden comer, esa es la parte comestible del animal. En promedio, por mil pesos argentinos, unos sesenta y siete dólares americanos, se puede adquirir este plato típico en el fin del mundo.

Al caer la noche, Pachayaku asiste a un festival de cine, en el que presentan un documental. Muestra el devenir de las personas que viven en Puerto Almanza, el lugar habitado más al sur del planeta. La historia puede parecer digna de una narración de supervivencia, una epopeya en el fin del mundo. Pero a decir verdad, es la historia de hombres y mujeres que son felices a su manera y que entienden la vida de una forma muy singular. Pachayaku observa con detenimiento, sonríe y se llena de fuerza, la que necesita para empezar a pedalear. Muy pronto, su historia se asemejará a lo que ve en el documental y aunque su viaje en bicicleta parezca un enorme sacrificio, en realidad, es la libertad que tanto ha buscado Jeferson Valderrama (Pachayaku) a lo largo de su vida.
La carretera lo espera, la aventura empieza al día siguiente. Tolhuin, a cien kilómetros por carretera desde Ushuaia es la próxima parada. ¡Vamos Pachayaku!
Escribe: José Arnoldo Vargas C.
Testimonios: Jeferson Valderrama - Pachayaku
Fotografías: Jeferson Valderrama – Pachayaku.
Ushuaia, el fin del mundo, mayo 20 de 2019.
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