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EL MARTIAL

  • Pachayaku
  • 6 may 2019
  • 5 Min. de lectura


Aspecto del glaciar Martial desde la base de la montaña

Un copo de nieve se estrelló en el rostro de Pachayaku. Aquel cielo profusamente azul y despejado, como se mantuvo en la mayor parte del día, se fue llenado de densas nubes grises con apariencia tormentosa. Los impredecibles vientos patagónicos descendieron del glaciar Martial con suavidad, casi imperceptibles. Pronto se convirtieron en ventisca y tras una pausa misteriosa, el primer grumo de nieve descendió en suspenso, bailando en el aire sin intención alguna de caer al suelo. Escuchando un arroyo cristalino, de aguas veloces que serpenteaban rocas pálidas y azuladas, el superhéroe dio su primer paso, abrió su boca y tragó copos de nieve, como siempre había soñado desde niño.


El glaciar Martial, ubicado al norte de Ushuaia, tiene elevaciones de hasta mil metros sobre el nivel del mar. Sus enormes reservas de agua, constituyen la principal fuente de este recurso para la ciudad. Pero en los últimos años, las actividades agrícolas en la parte baja y media de la montaña, han ocasionado que agentes contaminantes como los coliformes, estén presentes en el arroyo Buena Esperanza, creando riesgos para la salud humana y la fauna local. Su conservación pende de un hilo, su franco retroceso ha tenido cotas de pérdida de hasta cincuenta centímetros anuales de espesor en el glaciar, siendo los últimos años del siglo XX, los de mayor relevancia en este proceso. Lo anterior, de acuerdo a datos de la Dirección General de Recursos Hídricos de la Provincia de Tierra del Fuego.



Camino al Martial
Camino al Martial

La mañana del sábado 13 de abril, Pachayaku abre la cortina de su habitación, la montaña nevada, reflejando un sol que parece veraniego, le lanza una llamada al hombre para que acuda a su conquista. No hay nubes en el cielo, todo es azul e imponente. Se viste con prontitud desmedida, pero cerciorándose que nada le falte para protegerse del frío. La lección de la primera aventura ha quedado aprendida. La temperatura llega a los ocho grados centígrados, pero la sensación térmica es cercana a los dos. Desde Ushuaia, hasta la base del glaciar, hay 7 kilómetros, todos recorridos a bordo de ‘Nina wayra’ y desde allí, hasta la cima, hay un poco más de mil metros, los que fueron recorridos a pie.


El pavimento en las ciudades invernales es más oscuro, una película invisible vuelve al negro intenso, tanto que las franjas de pintura blanca se convierten en formas tridimensionales. Es el agua, que en ocasiones cae en forma de nieve y la mayor parte del tiempo como lluvia. Con ese espejismo bajo las ruedas de la bicicleta, Pachayaku sale de la ciudad por la avenida Salta, y se enfrenta con los primeros ascensos de la montaña que aparece de inmediato, aplicándole presión aguda a las piernas. En la vereda, los árboles otoñales convierten el paisaje en un mosaico cobrizo. Las tonalidades descienden desde el marrón intenso, hasta el amarillo pálido de las hojas que caen planeando de lado a lado, hasta que se posan finamente en el suelo repleto de hojarasca.


El sonido de los pájaros desaparece de los oídos de Pachayaku, su atención en la relación perfecta de las bielas para ascender con el menor dolor posible, lo meten frenéticamente en una carrera inexistente, de él contra él, para llegar cuanto antes al glaciar, al lugar que lo llama con furia. Tras los primeros cinco kilómetros de ascenso, las piernas dejan de sentir los alfileres en sus músculos, el aire ingresa colmando todo su cuerpo y el salitre en la garganta desaparece. Por primera vez, hay una sonrisa de júbilo. Los olores otoñales, ajenos a los aires tropicales colombianos, le agradan, es el humus fresco que sale desde el suelo, inundando el aire con esencias a cartón humedecido.


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Pachayaku regulando el ascenso en la poderosa 'Nina wayra'

Un punto negro humanoide se mueve lentamente, es lo que puede verse desde la base del glaciar. Una persona a más de dos metros de distancia convence a Pachayaku que es posible. ‘Nina wayra’ queda estacionada y los primeros pasos sobre la nieve se dibujan. La cordada inicial es suave, sin accidentes, las rocas lentamente se meten entre la nieve y los chorros de agua salen entre las cavidades de hielo, eyectada a velocidades astronómicas. Hay confianza y la distancia con la cima disminuye, será algo de un par de horas. El aire se hace delgado, fino, casi imperceptible. La respiración se vuelve una cacofonía y su cuerpo vuelve a sentir el rigor del frío. La imagen de días anteriores regresa, pero esta vez no hay oportunidad de abandonar. Así que, con la mirada clavada en su meta, atiborra sus pulmones de terquedad y galopa a la cima.


La cumbre sobresale desde una saliente de roca oscura, tan negra como las carreteras humedecidas de la ciudad. Los metros en la montaña parecen kilómetros y cada paso se vuelve una tortura. Con sus manos hace una vasija cóncava, toma agua que se escurre ligera en un pequeño afluente a su costado derecho. La bebe, es quizás la más fresca y pura que ha tomado en toda su vida. Vuelve la mirada al camino, da más de diez pasos, rodea una piedra ponzoñosa que bloquea temporalmente el sendero y con un paso firme, su pierna derecha se clava en la nieve de la cima del glaciar Martial.


Glaciar Martial
Aspectos de la cumbre del glaciar Martial

La emoción derrota la fatiga y empieza a correr, grita a todas partes, enciende su cámara, la ubica en suelo y corre en dirección contraria. Se queda observándola, toma aire y vuelve a correr gritando que lo ha logrado. El momento lo graba no solo el dispositivo, también queda en su mente que se lo recordará en un futuro, cuando muy probablemente las fuerzas lo abandonen y necesite una motivación. La sangre le hierve, es éxtasis, se deja caer al suelo. Contempla el azul infinito de aquel cielo sin nubes, hasta que la imagen se hace píxeles que lo abruman. Cierra sus ojos, se concentra, medita y poniendo cada uno de los sentidos en aquel lugar fantástico, recuerda los nevados colombianos, que mueren paulatinamente ante la pasividad del hombre. A los ríos chocoanos moribundos por el mercurio. A las selvas del Guaviare convertidas en llanura por la voluntad de la motosierra. Y a los animales silvestres desplazados por la codicia del hombre.


Luego de un par de minutos en la cima, decide regresar. Descendiendo, observa con atención cada roca, cada huella y los rastros de basura que dejan los caminantes en la montaña. La majestuosidad del canal de Beagle y los dientes de Navarino en lo profundo del horizonte, lo dejan absorto, contempla por varios minutos y sonríe. Lo hace en silencio. Cerca de él se encuentra el campo base, allí ‘Ninawayra’ espera. El aire que ha dejado de ser calmo y las nubes borrascosas que aparecen de la nada, dejan caer nieve y Pachayaku, levantando sus manos al cielo, emprende la carrera con su boca abierta.


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Pachayaku en la cima del Martial

Escribe: José Arnoldo Vargas C.

Testimonios: Jefferson Valderrama - Pachayaku

Fotografías: Jefferson Valderrama – Pachayaku.


Ushuaia, el fin del mundo, mayo 6 de 2019.

 
 
 

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